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¡Tía!
Así nos llamaban a las empleadas precarias de la escuela cuando entré a trabajar, hace 13 años, como Secretaria de la sala de profesores de un instituto de secundaria en Corea. Al poco de incorporarme a mi puesto supe que a la Secretaria a quien yo venía a sustituir, la despidieron por considerarla demasiado joven, maleducada y perezosa. Muchos pensaron que una mujer como yo, casada y más mayor, demostraría más prudencia y dedicación.
Se suponía que debía encargarme de las tareas “secundarias” pero, con frecuencia, tenía que obedecer lo que me ordenaban el director, su adjunto y los profesores. A veces se trataba de una responsabilidad oficial y otras de algo personal o de un “favor”.
Tenía que soportar muchas faltas de respeto y discriminación. Me daban órdenes unilaterales, sin consultarme siquiera. Mi trabajo y el de mis colegas se consideraba automáticamente “secundario”, es decir, no esencial. Era una forma intencionada de discriminar la labor de los profesores y de la del personal de apoyo con contratos precarios. Nos llamaban “tía”, ssi o yang, en lugar de dirigirse a nosotros por nuestro cargo, que es la forma de mostrar respeto, de reconocer nuestras importantes responsabilidades en este trabajo. En las vacaciones, nos excluían de los regalos que se entregaban al personal. Nuestras fotos ni siquiera aparecían en los anuarios escolares. Nos trataban como si fuéramos invisibles.
En coreano, la palabra ssi después del nombre de una persona es una forma impersonal de dirigirse a alguien que excluye cualquier indicación de su título o del cargo que ocupa. En la mayoría de las instituciones, lo habitual es dirigirse a los empleados añadiendo a su nombre el sufijo de su cargo. Por ejemplo, a los profesores de escuela se les llama por su nombre seguido de ‘Seonsaengnim’. Si se utiliza el nombre seguido de ssi connota una categoría inferior o una falta de respeto. Llamar a alguien por su nombre seguido de yang es similar a llamarle por su nombre seguido de ssi para muchachas/mujeres jóvenes. Seonsaengnim significa literalmente “maestro”, aunque habitualmente se utiliza para dirigirse de manera respetuosa a las personas que ocupan puestos de profesionales.
Cuando era una recién llegada no me atrevía a decir ‘no’ cuando me encargaban tareas injustas ni a quejarme cuando me discriminaban. Pero pronto llegué a un punto en que no podía soportar esta negación de mis derechos, este trato indigno solo por el hecho de ser una mujer y de tener un contrato precario.
Entonces empecé a luchar codo con codo con otros trabajadores y trabajadoras precarios de las escuelas.
Toda tarea que se realiza dentro de una escuela contribuye a la educación. Una vez conscientes de ello, empezamos a insistir en que se dirigieran a nosotros con respecto, añadiendo a nuestro nombre Seonsaengnim (maestro). También insistimos en que se reconozca la importancia de nuestra labor, que no la consideran secundaria y que se elimine el término “secundario” de la descripción de nuestras tareas. Exigimos tener voz en las decisiones que afectan a la dirección de la escuela, al igual que el resto del personal.
Nuestro objetivo es conectar la lucha contra la discriminación que sufren los trabajadores precarios con el ideal de crear unas escuelas democráticas, igualitarias e inclusivas. En otras palabras, nuestra lucha forma parte del esfuerzo por revitalizar la auténtica educación y el aprendizaje; por hacer frente a la dominación de nuestras escuelas por la lógica del neoliberalismo y su esencial falta de respeto por los seres humanos.
Mis colegas y yo pedimos al sindicato de maestros de nuestra escuela, la Korean Teachers’ Union (KTU), su solidaridad con nuestras reivindicaciones. Porque estamos convencidos de que los objetivos de nuestra lucha y la de los profesores son básicamente los mismos. Naturalmente, participé en la lucha de los profesores en defensa de sus derechos sindicales y de una educación democrática.
Así comenzó la batalla de los trabajadores y trabajadoras precarios escolares, que fue creciendo gracias a la organización sindical. A través de nuestro sindicato nos hemos declarado sujetos y miembros de la comunidad escolar. Nuestra lucha continúa, en las escuelas y en la sociedad.
En Corea del Sur, el capital y el gobierno conservador están intentando enfrentar a los trabajadores según su ocupación y su nivel salarial, para así poder avanzar en su agenda de recortes de los servicios públicos, de privatizaciones y de ajustes estructurales. En este contexto, la lucha de los trabajadores y trabajadoras precarios de las escuelas no es simplemente una reivindicación de nuestros derechos como individuos. Al contrario, los trabajadores y trabajadoras precarios de las escuelas estamos luchando junto a los profesores para defender una educación pública de calidad para todos los trabajadores y trabajadoras y la ciudadanía.
Pienso que la situación es similar en todo el mundo y que podemos aprender mucho unos de otros. Espero que a través de la Red del Personal Auxiliar de la Educación y Cultura (PAEC) de la ISP podamos intercambiar experiencias concretas de sindicalización y campañas que logren cambiar la política de los gobiernos. Espero que la Red sea un medio para comunicarnos de manera habitual y establecer estrategias concretas que nos permitan extender la solidaridad global con las luchas que se están librando a nivel nacional y local. Por encima de todo, espero que podamos establecer una plataforma global de movilización colectiva que sirva para reconocer la valiosa contribución de todos los trabajadores y trabajadoras a la educación y la sociedad.
Ver la entrevista (vídeo con subtítulos en inglés) con Bohee Choi que habla de la situación laboral precaria del personal auxiliar de la educación en Corea.