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Tal pareciera que los años de la guerra que vivió nuestro pueblo aún no han pasado a la historia debido a que la persecución, represión, criminalización y asesinatos de líderes y lideresas, dirigentes sindicales, indígenas, campesinos continúan a la orden del día producto de la impunidad con que operan aún los poderes oscurantistas. Una de las muestras más recientes es que las autoridades Estatales se han quedado cortas en la reacción e investigación de los hechos de violencia contra dirigentes y activistas, tal el caso del asesinato de nuestro compañero Carlos Hernández de Camotán, Chiquimula. El ocho próximo cumple un mes y aún no hay avances en la investigación. La muerte de Ovidio Ortiz Cajas, perpetrado el 23 de marzo de 2012 cuya investigación a los responsables no avanza. El último asesinato de Exaltación Marcos Ucelo dirigente Xinca de Santa María Xalapan, Jalapa y el Secuestro de Roberto González Ucelo Mayordomo de la comunidad. Esto, tan sólo, para mencionar los más recientes.
El crimen ha sido la “defensa de nuestro territorio”. Nuestra soberanía, se ve violentada por la fuerza y el fuego, así como los contenidos legales consagrados en nuestra Constitución Política de la República, Código de Trabajo, pactos colectivos y convenios internacionales, principalmente el convenio 169, instrumentos y marco legal que dan sustento y que legitiman todas las acciones en el marco de la lucha social.
Es una vergüenza que sean los pobres y excluidos los que estén dando hasta la vida por defender nuestro territorio y soberanía; que sean los descalzos de la tierra los que pongan la frente en alto aún a costa de ser perseguidos y asesinados; que sean las mujeres y jóvenes quienes levanten la bandera nacional en lugar de los funcionarios públicos, cuya función es, precisamente, defender los derechos de la población y la nación contra injerencia y agresión extranjera. Tal agresión se ve expresada en la voracidad de los empresarios nacionales y transnacionales sin que el Gobierno proteja nuestros intereses y en lugar de ello, otorgue concesiones, privilegios, impunidad y una alfombra roja para que pasen por encima de los cuerpos desnutridos de nuestros niños y niñas. La función pública solo cubre a este sector, marginando y empobreciendo más a esta Guatemala. Cada dólar que se deposita en las cuentas millonarias de estas empresas está teñido con la sangre de nuestros mártires y con el sudor de trabajadoras y trabajadores mal pagados.
El Gobierno en múltiples ocasiones se ha comprometido con las organizaciones a atender las demandas pero su cumplimiento está por verse. Ya no es válido pedir a las organizaciones calma y paciencia, mientras que las mesas de diálogo recogen polvo y las calles se manchan con sangre de dirigentes. Esto es inaceptable. Por un lado extiende la mano para adquirir compromisos y con la otra mano, ampara la violencia, represión y criminalización de las luchas. Las fuerzas de seguridad pública, se han convertido en fuerzas de seguridad de los intereses privados nacionales y extranjeros. El Pueblo no tiene quién le garantice la vida y sus derechos. Es importante retomar la función pública de los sistemas de seguridad, para que la población confíe en la PNC y el Ejército.
Luego, hay sorpresa y se escandalizan porque salimos a las calles. No somos nosotros quienes generamos la ingobernabilidad, es la ausencia de un marco de derecho y la inexistente función social en la política pública y la existente, pedimos, se ejecute y respete.
Toda esta ola de ingobernabilidad es generada por el incumplimiento de compromisos, por políticas antipopulares y por el accionar abusivo de empresas nacionales y transnacionales que con tal de acaparar riquezas siembran luto, terror y miedo violando constantemente el estado de derecho. Ante todo esto, al Gobierno de la República exigimos:
¡El Pueblo Unido, Jamás Será Vencido!
¡POR ESTO Y MUCHO MÁS LA LUCHA SIGUE!