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Represento a auxiliares educativos de Uganda

18 Noviembre 2015
Everline Aketch
Me llamo Everline Aketch. Soy miembro de la Unión Nacional de Instituciones de Educación (NUEI) de Uganda. En 2002 empecé a trabajar como tesorera adjunta en Kisiki College Namutumba, una escuela de secundaria subvencionada por el gobierno. Cuando empecé no sabía mucho de sindicalismo.

En 2001, uno de los dirigentes de NUEI me convenció de afiliarme, me habló de cómo el sindicato nos ofrece la oportunidad de luchar por los derechos de los trabajadores y trabajadoras.

Una de mis primeras responsabilidades consistió en representar al personal auxiliar de educación. Estaba entusiasmada, aunque tuve que asistir con mi hijo de un año al curso de formación para las bases que se ofrecía con fondos de la ISP. Esa reunión prendió en mí llama que me hizo desear luchar por la justicia y por un trato equitativo en mi centro de trabajo.

No imaginaba que la prueba llegaría unos años más tarde. En 2005, la dirección de la escuela propuso despedir a varios trabajadores acusándoles de incompetentes. Me reuní con ellos y les dije que, si no tenían pruebas firmes que demostraran su rendimiento insatisfactorio, la ley no permitía despedirles.

Meses más tarde, uno de los limpiadores cayó gravemente enfermo de tuberculosis. La dirección decidió que su presencia entre la comunidad estudiantil y el personal universitario no era segura. De nuevo, negocié con la dirección la posibilidad de buscarle atención médica adicional y, al finalizar su tratamiento, podrían decidir si continuaba siendo o no recomendable su presencia en la comunidad por motivos de salud. La petición fue aceptada, a regañadientes. Poco a poco me fui ganando el nombre de “la chica del sindicato”. Tres meses después, el trabajador se recuperó y pudo volver a su puesto de limpiador.

En agosto de 2005 los estudiantes se declararon en huelga. Aunque colocaron carteles anunciando la movilización, la dirección prefirió ignorarlos. El jefe de estudios resultó herido en el enfrentamiento y su adjunto se hizo cargo. No imaginábamos que tenían planes de despedir a varios auxiliares acusándoles de instigar la huelga. La acusación era totalmente falsa. Prepararon las cartas rescindiendo sus contratos y tuve suerte de enterarme de ello. Me reuní con el jefe de estudios y le informé que la ley obliga al Consejo de Gobierno a escuchar la versión del trabajador antes de despedirle.  Se trataba de trabajadores precarios, sin la más mínima estabilidad laboral. Le informé que si procedían a enviar las cartas, yo no tendría más remedio que llevar el asunto ante el Consejo de Gobierno, que es la autoridad competente.

Me remití al Reglamento del Consejo de Gobierno, que rige el funcionamiento de la escuela, incluido el trato a los trabajadores empleados por ésta y no asalariados del gobierno. El jefe de estudios y su adjunto se enfurecieron diciendo: “¡Por eso no me gustan estos sindicalistas. Siempre traen problemas!”. Menos mal que dieron marcha atrás y los trabajadores pudieron mantener sus empleos, ya que no tenían pruebas de que hubieran instigado la huelga. El jefe de estudios se solía referir a estos auxiliares escolares como “los trabajadores de Everline Aketch”.

Los auxiliares escolares tienen muchísimas desventajas en Uganda, por su escaso nivel educativo. No saben defenderse de las alegaciones falsas. Cuando más feliz me he sentido de ser sindicalista fue viendo la gratitud en los ojos de estos trabajadores a punto de perder su empleo, a veces bajo acusaciones falsas. Su suspiro de alivio cuando les dijeron que su puesto estaba asegurado, mereció todo el esfuerzo y apelativos. Estoy contenta porque pudieron mantener su empleo y algunos se jubilaron voluntariamente después de cerca de 20 años de servicio en esta escuela. Como sindicalista, me duele que pueda prevalecer la injusticia por la incapacidad de algunos trabajadores para defenderse.

Hace poco, el personal auxiliar de las universidades públicas se puso en huelga. Bruscamente todos los servicios de la universidad quedaron paralizados. No se emitían cartas de admisión a los alumnos nuevos, los aseos estaban sucios. Uno de los profesores y vicerrector de la universidad tuvo que admitir que “el personal auxiliar es tan importante como sus homólogos de la enseñanza”.

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